Ernesto Sabato, uno de los más destacados escritores argentinos, dejó un legado literario y filosófico que sigue inspirando a generaciones. Conocido por obras emblemáticas como El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, Sabato exploró la condición humana, la ética y la existencia con una profundidad inigualable. En su última entrevista, publicada el 24 de junio de 2001 por La Nación, con motivo de su 90 cumpleaños, Sabato reflexionó sobre temas cruciales como la crisis social, el compromiso ciudadano y la angustia de la juventud. Esta entrevista ofrece una visión íntima de sus pensamientos y preocupaciones en sus últimos años, reafirmando su relevancia en el contexto literario y social. A continuación, presentamos la entrevista completa, donde Sabato comparte sus reflexiones finales con una lucidez que sigue siendo profundamente relevante.
Índice
Última entrevista a Ernesto Sabato en La Nación
“Antes del fin” fue un legado de un maestro para sus discípulos en la vida. ¿Qué le agregaría a ese libro que no incluyó en su hora?
Si tuviera esa novedad habría encontrado la respuesta a los interrogantes que tanto me preocupan en este tiempo de crisis. Pero creo que la falta de respuesta no justifica la pasividad. Todo lo contrario; debería empujarnos al compromiso del mismo modo que uno reacciona instintivamente ante un gran terremoto. Cuando vemos la tierra resquebrajarse no nos quedamos sentados pensando que nada se puede hacer. Rescatamos de entre los escombros al menos esa vida que está a nuestro lado, hundida, sufriendo. En esos momentos advertimos que es en medio de una grieta donde se nos manifiesta una salvación. Las grandes crisis exigen nuestro compromiso.
¿Eso sería asumir nuestra ciudadanía?
Replegarse en el individualismo me parece un acto de mezquindad. No podemos desentendernos, ya que todos tenemos una responsabilidad en momentos tan decisivos de la historia. En medio de la estampida se ignora la magnitud del desastre. Pienso que algo de eso estamos viviendo. Necesitamos el valor de ir hasta los márgenes, de penetrar en las grietas.
Su relación con los jóvenes es afectuosa y fluida. ¿Qué le preocupa hoy de ellos?
Cada vez que me encuentro con jóvenes me hablan siempre de la angustia que viven por la especie de naufragio en que estamos metidos. Es casi imposible avanzar cuando se carece de un horizonte hacia el cual dirigir la mirada. Hacia dónde los muchachos y las chicas pueden proyectar su futuro, si vivimos con la sensación de que nos queda país para uno o dos días. Lamentablemente esto está produciendo la estampida de jóvenes al exterior. Fíjese qué triste: un país donde los hijos de inmigrantes llegaron a ser presidentes de la Nación acaba convertido en otro con un índice elevado de emigración.
¿Cuáles son las cualidades de las jóvenes de hoy que lo sorprenden por comparación con su propia juventud?
Suele decirse que los jóvenes son escépticos, que se desentienden y no les preocupa lo que pasa a su alrededor. Cuando yo era joven, los que nos volcábamos al comunismo no lo hacíamos luego de haber leído “El Capital”, de Marx, sino porque nos sentíamos identificados con el digno reclamo del movimiento. Con los años, la quiebra total de valores, el fracaso de las ideologías, la mediocridad de la clase política, la falta de dignidad y de honor que observamos en tantos hombres generan angustia en los jóvenes que, por su sensibilidad, sufren la gravedad de estas crisis sin saber dónde dirigirse.
Aumenta su desencanto ciudadano.
Muchos bajan los brazos. Pero pienso que no es ésa la situación de la gran mayoría. La desazón que sienten es un signo evidente de que no son apáticos. Se rebelan como pueden, a veces de modo violento e ilógico. Pero una rebelión no tiene por qué ser razonable. Además, cuántos de ellos trabajan en tareas solidarias, en zonas de emergencia, en hospitales y villas. El crecimiento de personas que realizan tareas solidarias es también un signo de nuestro tiempo.
¿A quiénes podemos recurrir hoy para obtener una mirada esclarecedora de nuestro tiempo?
-Lamentablemente nuestra época tiene puesta su mirada en las figuras del espectáculo y en el triunfo fácil e inmediato. Los propios medios los han encumbrado. Hasta los mismos políticos aparecen vinculados a hechos y actitudes propios de un folletín. Todo eso genera un gran vacío; estos falsos pilares son incapaces de otorgar sentido en el momento en que se busca a quién recurrir. Los referentes en los que se puede hallar un valor, que abren un camino, están fuera de la pantalla. Son los que asumen ese compromiso del que le hablé. Están metidos en los intersticios, no en los grandes salones. No producen imágenes ni discursos sino actos. No brillan con reflectores, pero son los que en verdad iluminan este período tan oscuro de la historia.
Fuente
- Cuando cumplió 90, la última entrevista con LA NACION. La Nación Argentina