Reseña de Isaac Asimov a la novela 1984 de Orwell, Parte 1 | Universos Literarios

Continuamos con la segunda parte de la reseña que escribió Isaac Asimov sobre la novela 1984 de George Orwell para Field Newspaper Syndicate en 1980. Como comente en la entrada anterior, Asimov escribió su crítica a la novela de Orwell en cuatro partes. En la primer parte el autor de la saga Fundación cuenta quien fue Eric Arthur Blair y cuales fueron las razones que lo llevaron a escribir la novela. Si no la leíste todavía, no dejes de hacerlo.

Ahora les comparto las segunda parte de la reseña.

B. 1984 como ciencia ficción

Mucha gente cree que 1984 es una novela de ciencia ficción, pero quizá el único aspecto de 1984 que puede llevarlo a uno a pensar tal cosa es el hecho de que supuestamente transcurre en el futuro.

¡No es así! Orwell no tenía ninguna percepción del futuro, y el desplazamiento de la historia es mucho más geográfico que temporal. El Londres donde transcurre la historia no está tan desplazado treinta y cinco años hacia adelante en el tiempo, como lo está miles de millas hacia el este hasta Moscú.

Orwell imagina que Gran Bretaña pasó por una revolución similar a la de Rusia y por todos los períodos de desarrollo por los que pasó la Unión Soviética. No se le ocurre casi ninguna variación sobre el tema. La Unión Soviética pasó por una serie de purgas en la década del treinta, y el Ingsoc (“Socialismo Inglés”) pasó también por una serie de purgas en la década del cincuenta.

La Unión Soviética convirtió a uno de sus revolucionarios, León Trotsky, en un villano, dejando a su rival, José Stalin, como héroe. El Ingsoc convierte por lo tanto a uno de sus revolucionarios, Emmanuel Goldstein, en un villano, dejando a su rival, que tiene bigotes igual que Stalin, como héroe. Ni se tiene siquiera la sagacidad de introducir cambios menores. Goldstein, como Trotsky, tiene “un delgado rostro judío, con una gran corona de pelo canoso y ondulado y una chivita”. Aparentemente, Orwell no quiere sembrar pistas falsas dándole a Stalin otro nombre, así que lo llama simplemente “Gran Hermano”.

Al comienzo mismo de la historia, se deja en claro que la televisión (que nació por la misma época en que fue escrito el libro) es utilizada como un medio de adoctrinamiento constante del pueblo, porque los aparatos no pueden apagarse. (Y, aparentemente, en un Londres derruido donde nada funciona estos aparatos nunca fallan.)

La gran contribución de Orwell a la tecnología del futuro es que los televisores funcionan en los dos sentidos, y los que están obligados a oír y ver la pantalla de televisión pueden a su vez ser vistos y oídos y están bajo vigilancia constante, aun cuando duermen o están en el baño. De ahí la frase “El Gran Hermano está vigilándote”.

Éste es un método terriblemente ineficaz para controlar a todo el mundo. Que una persona esté vigilada todo el tiempo supone que otra persona la esté vigilando todo el tiempo (al menos en la sociedad orwelliana), y muy de cerca, ya que en esa sociedad el arte de interpretar los gestos y las expresiones faciales está muy desarrollado.

Una persona no puede vigilar atentamente a más de una persona, y sólo puede hacerlo durante un período de tiempo relativamente corto hasta que su atención se distraiga. En resumen, creo que harían falta cinco personas para vigilar a una sola persona. Y además, los que vigilan deben también ser vigilados, porque nadie está por encima de toda sospecha en el mundo orwelliano. Por consiguiente, el sistema de opresión por medio de la televisión de doble sentido no puede funcionar.

El propio Orwell se da cuenta de esto, y por eso limita los alcances de la vigilancia a los miembros del Partido. Los “proles” (el proletariado), hacia los cuales Orwell siente un desprecio de aristócrata inglés que no puede ocultar, casi no son controlados, porque se los considera subhumanos. (En algún punto del libro, dice que todo prole que muestra tener alguna capacidad es matado: un trato calcado de aquel que los espartanos daban a sus ilotas hace dos mil quinientos años.)

Además hay un sistema de espías voluntarios en el que los niños delatan a sus padres, y los vecinos se delatan entre sí. Esto jamás podría funcionar bien, porque finalmente todo el mundo delataría a todo el mundo y el sistema tendría que ser abandonado.

Orwell fue incapaz de imaginar computadoras o robots, si no habría puesto a todo el mundo bajo vigilancia artificial. Nuestras propias computadoras hacen hasta cierto punto eso en las oficinas de recaudación de impuestos, en los archivos de créditos, etc.; pero esto no nos acerca a 1984, excepto para las imaginaciones febriles. Computadoras y despotismo no van necesariamente de la mano. Muchas dictaduras funcionaron lo más bien sin computadoras (piénsese en los nazis) y las naciones del mundo que tienen hoy más información almacenada en computadoras son también las menos despóticas de todas.

Orwell no tiene la capacidad de ver (o inventar) pequeños cambios. A su héroe le resulta difícil en su mundo de 1984 conseguir cordones para los zapatos u hojas de afeitar. A mí me pasaría lo mismo, en este mundo real de la década del ochenta, porque hay demasiada gente que usa zapatos sin cordones y afeitadoras eléctricas.

Además, Orwell tenía la fijación tecnofóbica de que cada avance tecnológico era un desliz cuesta abajo. Así, para escribir, su héroe: “puso una pluma en el portaplumas y la chupó para sacarle la grasa”. Esto lo hizo porque: “sintió que el bello y cremoso papel merecía ser escrito con una verdadera pluma en vez de ser raspado con un lápiz a tinta”.

Debemos suponer que el “lápiz a tinta” es el bolígrafo que estaba empezando a usarse en la época en que se escribía 1984. Esto significa que para Orwell una verdadera pluma “escribe” mientras que un bolígrafo “raspa”. Pero esto es precisamente lo opuesto de la verdad. Si usted tiene suficiente edad para acordarse de las plumas de acero, recordará que raspaban terriblemente, y usted sabe que los bolígrafos no lo hacen.

Esto no es ciencia ficción, sino una nostalgia deformada de un pasado que nunca existió. Me sorprende que Orwell se haya detenido en la pluma de acero y no haya hecho escribir a Winston con una hermosa pluma de ganso.

Tampoco tuvo Orwell una visión particularmente acertada de los aspectos estrictamente sociales del futuro que estaba prediciendo, con el resultado de que el mundo orwellaino de 1984 parece increíblemente anticuado comparado con el mundo real de la década del ochenta.

Orwell no imagina nuevos vicios, por ejemplo. Sus personajes son todos esclavos del gin y adictos al tabaco, y parte del horror del cuadro que pinta del 1984 es su descripción elocuente de la baja calidad del gin y el tabaco.

No prevé nuevas drogas ni la marihuana ni los alucinógenos sintéticos. Nadie pretende que un escritor de ciencia ficción sea exacto y preciso en sus predicciones, pero, sin duda, uno espera que invente algunas diferencias.

En su desesperación (o su ira), Orwell olvida las virtudes de los seres humanos. Todos sus personajes son, de un modo u otro, débiles o sádicos o ruines o estúpidos o repelentes. Quizá la mayoría de la gente es así, o quizá Orwell nos quiere mostrar cómo será todo el mundo bajo el despotismo, pero a mí me parece que aun bajo el peor de los despotismos siempre ha habido hasta ahora hombres y mujeres valientes que se opusieron a los déspotas hasta la muerte y cuyas historias son llamas luminosas en medio de la oscuridad general. Y aunque más no fuera porque en 1984 no hay el menor indicio de esto, su mundo no se parece al mundo real de los años ochenta.

Tampoco previó ninguna diferencia en el rol del hombre y la mujer ni un debilitamiento del estereotipo femenino de 1949. Sólo hay dos personajes femeninos de importancia. Uno es una mujer “prole” robusta y estúpida que se lo pasa lavando y cantando una canción popular con una letra como las que eran comunes en los años treinta y cuarenta (canción ante cuya “pésima calidad” tiembla quisquillosamente, en una alegre falta de anticipación de rock duro).

El otro es la heroína, Julia, que es promiscua sexualmente (pero por lo menos es arrastrada a actitudes de coraje por su interés por el sexo) y tonta. Cuando Winston, el héroe, le lee el capítulo dentro de un libro que explica la naturaleza del mundo orwelliano, reacciona quedándose dormida, pero dado que el tratado que Winston le lee es pasmosamente soporífero, esto puede ser una indicación de la sensatez de Julia en vez de lo contrario.

En suma, si 1984 tiene que ser considerada como una obra de ciencia ficción, entonces es de muy mala ciencia ficción.


Continua leyendo la tercera parte de la reseña de Isaac Asimov a la novela 1984 de Orwell

3 comentarios

  1. […] Continua leyendo la segunda parte de la reseña de Isaac Asimov a la novela 1984 de Orwell […]

  2. […] La primera habla sobre Orwell y las razones que lo llevaron a escribir la novela, mientras que la segunda discute sobre si 1984 es un relato de ciencia ficción o no, entre otras cosas. Te recomiendo haber leído ambos partes antes de continuar con la lectura […]

  3. […] parte habla sobre el escritor y las razones que lo llevaron a escribir  el libro. Mientras que la segunda parte de la entrada discute si el relato puede entrar en el genero de ciencia ficción o no. Por último, la tercer entrada se adentra en el aspecto político de 1984 y la concepción de […]

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