Hay novelas que no ofrecen refugio. No proponen consuelo ni cierre, sino que abren una herida y la dejan sangrando. Arderá el viento, de Guillermo Saccomanno, ganadora del Premio Alfaguara 2025, es una de esas obras: una que interroga, perturba y deja en suspenso cualquier posibilidad de paz narrativa. Y no lo hace desde el artificio, sino desde una verdad brutal, casi insoportable, que emerge entre cuerpos rotos, silencios sociales y una Buenos Aires crepuscular.
Índice
- Un autor que nunca esquiva el abismo
- Una ciudad herida como escenario compartido
- Una trama de ausencias y degradaciones
- Voces que se superponen con violencia
- El malestar como forma narrativa
Un autor que nunca esquiva el abismo
Guillermo Saccomanno es un escritor que incomoda. Con una trayectoria extensa que abarca la narrativa, el cómic y el periodismo, su obra nunca se ha apartado del borde. Desde El oficinista hasta Cámara Gesell, pasando por sus colaboraciones con Carlos Trillo en el mundo de la historieta, Saccomanno ha sabido construir un lenguaje que no edulcora ni suaviza: muestra. Expone. Obliga a mirar. En Arderá el viento, su escritura se afila hasta volverse un arma de denuncia, pero también de introspección.
El premio Alfaguara reconoce una novela que, según el jurado, logra sintetizar con crudeza “la tensión de vivir en una sociedad en descomposición“. Saccomanno, a sus 76 años, responde con una obra que no se encierra en el diagnóstico sociopolítico, sino que lo convierte en sustancia literaria.
Una ciudad herida como escenario compartido
La novela transcurre en una Buenos Aires castigada, que no aparece como telón de fondo sino como una presencia activa, casi omnisciente. No se trata de un decorado urbano: la ciudad respira, duele y golpea. Cada calle, cada edificio semiabandonado, cada plaza tomada se convierte en parte del conflicto.
En Arderá el viento, los personajes no se desplazan por la ciudad: se arrastran, sobreviven en ella. Esta Buenos Aires está cruzada por la violencia, la precariedad y un sentimiento constante de fin de ciclo. No hay nostalgia ni promesa de redención, solo la persistencia del deterioro. Y sin embargo, Saccomanno logra que ese paisaje agrietado conserve una belleza extraña, como si el derrumbe contuviera también una forma de verdad.
Una trama de ausencias y degradaciones
Arderá el viento no se apoya en una trama lineal ni en un protagonista clásico. Lo que hay es una red de voces, fragmentos de historias que se interceptan, personajes que entran y salen como espectros de una misma pesadilla. Lo que une a todos es la sensación de derrumbe: moral, físico, simbólico.
Madres que buscan hijos desaparecidos. Mujeres expuestas a una violencia que ya ni siquiera necesita explicarse. Periodistas desbordados por la verdad que persiguen. Hombres atrapados en trabajos absurdos. Arderá el viento no se regodea en el dolor, pero lo hace visible con una honestidad feroz. La novela narra desde la ausencia, desde lo que falta y no puede volver.
En ese sentido, se inscribe dentro de una tradición literaria que incluye a Roberto Arlt, a Ernesto Sábato y, en clave contemporánea, a Selva Almada y Hernán Ronsino. Pero Saccomanno tiene una voz singular: su mirada es polifónica, brutalmente argentina y profundamente literaria.
Voces que se superponen con violencia
Uno de los logros narrativos más notables de Arderá el viento es su estructura coral. No hay una única voz que conduzca el relato, sino un enjambre de miradas que se interrumpen, se contradicen, se superponen. Este montaje, que podría haberse vuelto caótico, está cuidadosamente orquestado por el autor para reforzar una sensación de desorden emocional y social.
La fragmentación no es solo una elección estética, sino una declaración de intenciones. Arderá el viento no busca dar respuestas ni ofrecer una versión total de los hechos. Muestra las grietas, los huecos, las distancias que separan a las personas incluso cuando están narrando un mismo hecho. En ese entretejido de relatos emerge una verdad más compleja, imposible de reducir a una sola lectura.
El malestar como forma narrativa
En términos formales, la novela trabaja con recursos cercanos al realismo crudo, pero no se limita a él. Hay una tensión constante entre lo testimonial y lo poético, entre la urgencia del relato y la densidad simbólica de muchas imágenes. El título mismo, Arderá el viento, remite a una imposibilidad física: el viento no puede arder, pero en este universo ficcional todo se incendia, incluso lo intangible.
Esa imposibilidad está en el corazón de la novela. Cada intento de redención fracasa. Cada gesto de ternura es fugaz. Cada acto de resistencia está condenado a la ambigüedad. Pero es en esa imposibilidad donde Arderá el viento se vuelve poderosa. No hay concesiones ni moralejas. Solo el gesto insistente de narrar el malestar como forma de seguir existiendo.

Mepol
Responsable de Universo Literario. Dibujante ilustrador y analista SEO argentino.
Amante del género fantástico y la ciencia ficción en sus distintas representaciones: cine, literatura, arte, entre otros. Soy el responsable de este proyecto. Tanto de su diseño, como de evaluar el contenido que se publica. He compartido diversos artículos en la web, como biografías y algunas reseñas; pero mi principal proyecto es la sección Inksword, donde comparto una mirada personal sobre la historia del arte de ilustrar y su relación con la literatura y otras artes.