Este artículo no pretende ser una reseña de Nuestra parte de noche, libro que me encuentro devorando en este preciso momento, aunque es la lectura de este libro la que me arrastró a tener que escribirlo en este momento. En realidad mi intención es describir un fenómeno muy común en algunos autores del terror, que siento como herederos de una tradición particular. Me refiero a la intertextualidad literaria en el cuerpo de la obra total de un autor o autora. Pero para poder referirme a la obra de Mariana, primero tengo que sentar algunos precedentes y viajar algunas generaciones al pasado.
Indice
- H.P. Lovecraft, el rey de la intertextualidad interpersonal
- Stephen King, el límite de lo intrapersonal
- Mariana Enriquez, ¿la heredera?
H.P. Lovecraft, el rey de la intertextualidad interpersonal
Lovecraft, famoso en la actualidad por su creación de Cthulhu y los dioses antiguos, murió prácticamente un desconocido en 1937. En vida solo publicó algunos cuentos en las famosas revistas pulp de la época y tal vez uno que otro cuento en antologías hoy casi desaparecidas. Su obra es popular hoy en día, porque sus amigos, con quienes tenía una fuerte relación por correspondencia, decidieron salvar sus textos y publicarlos a través de la editorial Arkham House, fundada con este propósito. Con estos mismos amigos fundó lo que se conoce como el Círculo de Lovecraft, la única escuela de ciencia ficción literaria norteamericana, en la que sus miembros prestaban elementos, compartían líneas narrativas y continuaban sus historias como si se trataran de entregas por capítulos. Uno de los ejemplos más llamativos a este respecto es la seguidilla de cuentos escritos junto a Robert Bloch (autor entre otros textos de la novela en que se basó el clásico de Alfred Hitchcock Psicosis). En El vampiro estelar Bloch mata literariamente a un personaje basado en Lovecraft. La broma continúa en El morador de las tinieblas, en el que Lovecraft mata a un personaje inspirado en Bloch y más tarde la trilogía concluye en La sombra que huyó del chapitel publicado años después de la muerte de Lovecraft.
Aún sin tener en cuenta el trabajo intertextual realizado por el círculo, el autor de Providence, Rhode Island realizó varios relatos encadenados, como la saga de Randolph Carter (La declaración de Randolph Carter, Lo innombrable, La llave de plata, A través de las puertas de la llave de plata, La búsqueda onírica de la desconocida Kadath), Así como también tomó muchos elementos e incluso continuó historias iniciadas por otros autores, como el supuesto homenaje a Edgar Allan Poe que es En las montañas de la locura, secuela de la inconclusa La narración de Arthur Gordon Pym.
Stephen King, el límite de lo intrapersonal
No son pocos los autores desde los días de Lovecraft que se han sumergido en la intertextualidad o que han referenciado de mil maneras los trabajos de otros autores. Aún así son pocos quienes llevan este recurso a los límites de Stephen King. Al leer la obra de King como un conjunto total de su trabajo empiezan a aparecer líneas que unen todas sus historias, en menor o mayor medida. El centro de este trabajo colosal de intertextualidad son los ocho tomos de La torre oscura, historia de fantasía épica sobre la que gira toda historia que King haya escrito. Algunas de sus novelas y cuentos son muy periféricos a la Torre. Tal vez se relaciones por un personaje, un lugar o un hecho. Algunos se pueden unir alejándose varios pasos de la torre, con otras historias intermedias. Otras son tan importantes que sin leerlas previamente, la experiencia de leer La torre oscura se debilita. Por ejemplo, antes de leer la quinta entrega de la torre es necesario leer Salem’s Lot y Corazones en la Atlántida, y antes de la séptima entrega se recomienda leer Insomnia. KIng también tiene libros aparejados en su bibliografía, que son referenciales unos de otros. El caso más famoso es el de la dupla Desesperación/Posesión, en dónde se repiten básicamente los mismos personajes, situaciones y lugares, pero dando como resultado dos historias completamente distintas. Otro es el de El Juego de Gerald y Dolores Claiborne atravesados por temáticas y por un hecho astronómico.
No es de extrañar tampoco, ni un hecho aislado, que King haya escrito historias referenciales a Lovecraft y a su círculo. Varios de los cuentos y novelas de King pueden considerarse “lovecraftianos” en cuanto a sus temáticas, ya que el escritor de Maine se ha sumergido cada tanto en lo que se conoce como Horror Cósmico, acuñado por el escritor de Providence. Pero hay dos ejemplos de sus cuentos que son claros homenajes o cuentos intertextuales lovecraftianos. Por un lado Jerusalem´s Lot, cuento que se encuadra en el famoso pueblo vampírico de King, narra en una serie de cartas (recurso claramente lovecraftiano) los sucesos que rodean la historia del pueblo que da nombre al cuento, en el que aparecen entre otras cosas el libro De Vermis Mysteriis (de los misterios del gusano), creado por Robert Bloch y que apareció por primera vez en el cuento El vampiro estelar. Todo vuelve, o como diría King, el Ka es la rueda a la que todos estamos atados. Quienes sean lectores constantes me comprenderán.
Mariana Enriquez, ¿la heredera?
Por fin llegamos al motivo por el que comencé a escribir esta nota, aunque ha debido ser más preludio que otra cosa y se ha extendido un poco más de lo que esperaba. Me encuentro en este momento en medio de la lectura de Nuestra parte de noche, la última novela publicada por editorial Anagrama de Mariana Enriquez. Rondando la página 180, al comenzar la tercera parte de la novela algo sucede. Empiezo a notar que reconozco algunos de los personajes y situaciones. En seguida me viene a la cabeza un cuento que leí no hace poco, tan solo unas semanas. La casa de Adela, de Las cosas que perdimos en el fuego. El cuento está insertado en medio de la novela, dándole otra configuración, levantando un poco el velo del mismo. En una entrevista al diario digital elciudadanoweb, Enriquez reconoce el cruce de tramas de ambos trabajos y así como al pasar augura que hay otras referencias más leves contenidas en este trabajo. ¿Será este solo un guiño a la intertextualidad que tanto cultivaron Lovecraft o King? Es muy pronto para saberlo, aunque por mi parte ya estoy corriendo a conseguir las novelas de Mariana Enriquez que aún necesito leer para completar su obra.
Algo más que me llama la atención al volver a Las cosas que perdimos en el fuego es el cuento Bajo el agua negra, donde una villa sobre el riachuelo se ve invadida por horrores lovecraftianos que llaman por su dios Yog Sothoth.