Reseñas de libros

El buen mal de Samanta Schweblin, una exploración de la soledad y la conexión humana

El buen mal de Samanta Schweblin, una exploración de la soledad y la conexión humana

Hay escrituras que no solo cuentan historias, sino que construyen estados emocionales, atmósferas que persisten aún después de haber cerrado el libro. El buen mal, la nueva colección de cuentos de Samanta Schweblin publicada en 2024, habita justamente en ese espacio intermedio: un territorio donde la tensión entre aislamiento y necesidad de conexión humana se vuelve casi palpable. Leer estos relatos es entrar en una serie de habitaciones con la puerta entornada, donde cada historia sugiere más de lo que muestra.


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Samanta Schweblin: una voz que incomoda con delicadeza

Samanta Schweblin ha construido una trayectoria singular en la literatura contemporánea, tanto en Argentina como a nivel internacional. Desde Distancia de rescate hasta Kentukis, pasando por sus colecciones de relatos anteriores, su obra explora las fracturas de la realidad cotidiana con un estilo que combina la tensión latente y la extrañeza sutil.

El buen mal no es una excepción. Esta colección de cuentos reafirma su interés por la condición humana en momentos de vulnerabilidad extrema. No hay monstruos clásicos ni giros sobrenaturales evidentes: la inquietud nace de las relaciones humanas, de lo que no se dice, de las presencias invisibles que modelan los actos más cotidianos.

La persistencia de la ausencia en los vínculos humanos

En El buen mal, la ausencia se vuelve protagonista. No se trata solo de personajes que están solos, sino de vínculos que se sostienen a pesar de su fragilidad, de comunicaciones truncas, de distancias emocionales que crecen incluso en la cercanía física.

Los cuentos exploran cómo la necesidad de conexión puede volverse un “buen mal”: algo que duele, pero que también da sentido. Un impulso que es a la vez salvación y condena. Cada historia se sostiene en ese filo, sin ofrecer soluciones ni caer en el sentimentalismo.

Esta tensión se percibe en personajes que intentan alcanzar a otros y fracasan, en silencios que pesan tanto como las palabras dichas, en gestos diminutos que condensan un abismo.

Lo breve como detonante de lo indecible

La economía narrativa de Schweblin es una de sus marcas más notorias. El buen mal refuerza esta apuesta: relatos breves, precisos, que no buscan explicar ni clausurar, sino abrir fisuras en el lector.

Cada cuento funciona como un destello que ilumina una escena, una emoción, una pregunta. La autora confía en la inteligencia del lector para completar los huecos, para leer entre líneas, para sentir más allá de lo dicho.

Lejos de los relatos que “cierran” con un golpe de efecto, los cuentos de El buen mal persisten en la memoria precisamente por lo que dejan vibrando en suspenso.

Figuras recurrentes y espacios deshabitados

El universo de El buen mal está poblado por figuras que atraviesan procesos de desconexión emocional: parejas que ya no saben cómo hablarse, padres e hijos atrapados en distancias insalvables, amigos que intuyen una traición sin animarse a nombrarla.

Los espacios donde transcurren los relatos refuerzan esta sensación de desarraigo: casas vacías, caminos desolados, habitaciones donde el silencio se vuelve una presencia concreta.

Schweblin utiliza la descripción de estos escenarios de manera quirúrgica: nunca hay exceso, nunca un adorno innecesario. Cada detalle está al servicio de esa atmósfera inquietante que es su verdadera especialidad.

Una escritura que desarma al lector desde lo mínimo

En El buen mal, Schweblin reafirma una de sus convicciones estéticas más potentes: la literatura no tiene que explicar, sino sugerir. La tensión narrativa no surge de grandes acontecimientos, sino de pequeños desplazamientos, de variaciones imperceptibles en el tono de un diálogo, en el gesto de un personaje.

Esta escritura minimalista, precisa, que desarma sin estridencias, encuentra en El buen mal uno de sus puntos más altos. Cada relato es una invitación a habitar lo incompleto, a aceptar que hay cosas que no podremos terminar de entender, y que precisamente allí reside su poder.

Samanta Schweblin confirma una vez más que su literatura no busca tranquilizar al lector, sino perturbarlo suavemente, dejarlo pensando en aquello que no tiene nombre pero que, sin embargo, está.


Mepol (Martín Enrique Pelozo)
Mepol

Responsable de Universo Literario. Dibujante ilustrador y analista SEO argentino.

Amante del género fantástico y la ciencia ficción en sus distintas representaciones: cine, literatura, arte, entre otros. Soy el responsable de este proyecto. Tanto de su diseño, como de evaluar el contenido que se publica. He compartido diversos artículos en la web, como biografías y algunas reseñas; pero mi principal proyecto es la sección Inksword, donde comparto una mirada personal sobre la historia del arte de ilustrar y su relación con la literatura y otras artes.